martes, 9 de febrero de 2010

Texto completo de ERNESTO RÁEZ leído durante la presentación de los 5 tomos del teatro completo de HERNANDO CORTÉS

Hernando Cortés y el Teatro Peruano del siglo XX



Consideraciones preliminares



Presentar las 28 obras distribuidas en más de mil páginas de los seis tomos del corpus total, a la fecha, de la dramaturgia de Hernando Cortés no hubiese sido posible si el autor, en un gesto de profunda amistad y confianza no hubiera depositado en mí, cuando aún se encontraban inéditos, los textos que hoy llegan felizmente al universo lector. Cumpliré, pues, la delicada tarea a mí encomendada esta noche histórica con la ternura y la satisfacción que genera en el alma el recuerdo de los años vividos y ver logrados los sueños de un amigo.



Como todos los buenos dramaturgos de la cultura occidental-cristiano-libertaria son en algo discípulos de Shakespeare comenzaré citando el famoso fragmento de los comentarios de Hamlet a los actores, Escena II, Acto III, en traducción de Luis Astrana Marín para Aguilar; que aunque discutible en muchos pasajes, nos sirve perfectamente para los fines de esta exposición:



“Que la acción corresponda a la palabra y la palabra a la acción, poniendo un especial cuidado en no traspasar los límites de la sencillez de la Naturaleza, porque todo lo que a ello se opone, se aparta igualmente del propio fin del arte dramático cuyo objeto, tanto en su origen como en los tiempos que corren ha sido y es presentar , por decirlo así, un espejo a la Humanidad, mostrar a la virtud sus propios rasgos, al vicio su verdadera imagen, y a cada edad y generación su fisonomía y sello característico”.



Pues bien, aquí podría terminar mi presentación porque todas las obras de Hernando Cortés responden a estas intenciones con maestría y fidelidad. Pero, como quiera que igualmente las creaciones robustecen su significación en la medida en que se arraigan a los problemas históricos de su país, voy a compartir con ustedes algunas reflexiones que refrendan la trascendencia de la producción dramática de HC, rigurosamente comprometida con el Perú.



El espectro de sus creaciones ofrece variadas perspectivas y propuestas estilísticas que abarcan desde esclarecedores enfoques del perfil histórico del hombre peruano, de la realidad nacional y del proceso ideológico al que tenemos que remitirnos para definir nuestra identidad en el concierto de las naciones del mundo, hasta planos íntimos de inquietud existencial y vivificante erotismo; características que ningún dramaturgo peruano del siglo XX reúne en su conjunto como HC. Añádase a esto que no se trata de la obra de un dramaturgo ocasional sino la de un hombre de teatro, de reconocido talento, que ha demostrado en sus producciones conocimiento y dominio de los recursos de la teatralidad.



Comparando, las obras que me confió, con la creación de los más importantes dramaturgos peruanos del siglo próximo pasado, es mi conclusión preliminar que esta noche en el ICPNA, de Miraflores podemos regocijarnos de al fin entrar en contacto con la obra total, a la fecha, de quien es si no el mayor dramaturgo peruano del siglo XX, indiscutiblemente una de las más importantes figuras de la historia del teatro peruano contemporáneo.



Revisión de algunas obras de teatro significativas del siglo XX



Un vuelo de reconocimiento de las obras de teatro peruanas del siglo XX, a partir Leonidas Yerovi, agudo costumbrista, nos permite comprobar que algunos creadores son exclusivamente dramaturgos y no hombres de teatro, que otros son escritores que eventualmente han escrito obras de teatro, que muy pocos dramaturgos han abordado la temática histórica- verdadera falencia de la producción dramatúrgica nacional, y los problemas de la identidad; en fin, que su relación con el teatro ha sido tangencial o parcial, sin llegar al compromiso total que caracteriza la trayectoria de H.C.



Si dejamos los planos generales y pasamos a los planos de detalle veremos que hay contados ejemplos de teatro histórico como Manuel Nicolás Corpancho, en Olaya o El barquero y el virrey. Pero la confrontación de sus personajes se constriñe a una retórica de lo patriótico sin incidir en una confrontación dialéctica que esclarezca las repercusiones históricas del suceso. Como Hernando, la temática urbana de Eckhardt Pastor en Del 96 al 36, va más allá del cuadro costumbrista y pinta los cambios de las transformaciones de Lima. Pero se limita a enfrentar un ayer romántico y un hoy práctico y aunque cita la famosa frase de Manuel González Prada “Los viejos a la tumba…etc. no logra superar la ligereza del sainete.



Posición insular es la de Juan Ríos Rey, porque es el único que se propuso crear la tragedia nacional y para esta empresa apeló a la leyenda de los hermanos Ayar o trasladó a nuestro ambiente los grandes mitos grecolatinos. Su verbo poético, viril y musical logra ilustrar el mito pero no llega a la revelación del ser que la tragedia reclama. En Los desesperados incide sobre un hecho político de actualidad, mas no para cuestionar sus dimensiones políticas sino como motivación para la manifestación de las inquietudes personales de los protagonistas.



Sebastian Salazar Bondy, por la destreza de su diálogo y por su presencia promotora y crítica, es el que más se acerca a la obra de Cortés. Su teatro histórico se centra en las individualidades de sus protagonistas Rodil o Flora Tristán. El núcleo de sus obras es de aliento costumbrista y cuando comenzaba a proyectarse en El Rabdomante, hacia temas más allá del costumbrismo, su muerte prematura truncó la obra mayor que anunciaba.



Enrique Solari plantea una trilogía de dramas ubicados en cada uno de los tres grandes medios geográficos del Perú. La Costa en Ayax Telamonio; la selva en La mazorca y la sierra en Collacocha, logrando en la tercera posicionar el sentimiento de un sector de la intelectualidad peruana sobre el desarrollo del paìs. Pero los discursos del Ingeniero Echecopar se consumen en el idealismo. Sarina Helfgott escribe teatro histórico en Antígona, donde la figura de Javier Heraud es evocada líricamente, porque el tono mayor de Sarina es poético simbolista. Lo mismo que el de Julio Ortega, que en Mesa pelada, dramatiza las guerrillas del 65 como una pugna de los protagonistas con su intimidad. También ha abordado los problemas de la urbe limeña en Balada de la dirección correcta e Infierno peruano. No tenemos noticia de su producción posterior.



El año pasado cumplió 40 años de publicado Teatro campesino, de Víctor Zavala Cataño, dramaturgo y director que reivindica la figura expoliada del indio. Continúa esta línea Áureo Sotelo Huerta en El Huancapetí está negreando y sobre todo, en Karadoshu, el alma de Emiliano Pantoja. Últimamente se ha dedicado más al teatro biográfico: Santiago Antúnez de Mayolo, Raimondi y Barranca, Taita Cáceres. Eduardo Valentín, director del grupo Barricada, de Huancayo es un creador profundo que alcanza tonos optimistas trascendentes en Voz de tierra que llama y otras obras de fuerte raigambre andina.



Julio Ramón Ribeyro, si sólo hubiera escrito Santiago el pajarero merecería un lugar privilegiado en la dramaturgia nacional. Grégor Díaz, a quien la muerte segó en su plenitud creativa, aborda los peruanos marginados de la urbe y lleva por primera vez a la escena el personaje del obrero en La huelga, o el ambiente del callejón, en Los del 4 y el submundo lumpen en el esperpento Requiem para siete plagas. Su tetralogía Cercados y Cercadores ofrece descarnados cuadros de nuestra clase media baja. Otro autor marcadamente citadino es Juan Rivera Saavedra. Los mejores momentos de su prolífica producción, Amén, Medio kilo de pueblo, corresponden a la etapa que practicó la creación colectiva con autor al lado de Jorge Chiarella en Alondra; y posiblemente a su primera etapa de teatro de humor negro y del desconcierto, cuyo clásico ejemplo es Los Ruperto. Convendría que escribiera menos nuevas obras y revisara más su interesante producción. Alonso Alegría, cuya vocación de escritor alentó Hernando, tanto en la galardonada El cruce sobre el Niágara como en El terno blanco y Daniela Frank ofrece convincentes imágenes sobre los esfuerzos de los hombres para comprenderse; pero, no podría identificarse ni en la temática ni en los personajes de su teatro comportamientos que develen nuestra identidad. Lo que sí se da en César Vega Herrera, premio internacional Tirso de Molina por Qué sucedió en Pazos. Vega Herrera aborda frontalmente situaciones en las que nos sentimos diseñados. Ipacankure, El Padrino son hitos de la mejor dramaturgia peruana de esclarecimiento. Ojalá que se lleve pronto a escena Ari, ari, guaguamundo, que trata sobre el universo de Guamán Poma. Esta obra inédita aún, la he conocido por mi fraternal acercamiento con César. En ella se emplean novedosos y acertados tratamientos del tema histórico. También hace teatro para niños, como Hernando.



Así como Hernando han desarrollado el tema de la guerra sucia: Contraelviento, de Yuyachkani, Contacto, de Ricardo Velásquez, El hueco en la pared, de Ismael Contreras, Conjuntamente con El caballo del libertador y Pequeños héroes, de Alfonso Santistevan, encuentran recursos para referirse al presente inmediato sin naufragar en la mera crónica informativa o de denuncia. Vladimir, de Santistevan retrata críticamente la frustrada generación del setenta. Como lo hace Eduardo Adrianzén en El día de la luna. La obra de César de María nos retrata con matices esperpénticos en Escorpiones mirando al cielo y en A ver un aplauso. Su teatro es fundamentalmente un teatro de atmósferas.



Entre las dramaturgas importantes podemos mencionar a Estela Luna por Eva no estuvo aún en el paraíso (Primera obra peruana que abordó la marginalidad de la mujer), Qué tierra heredarán los mansos (sobre el futuro de la irresponsabilidad con el medio ambiente), y El hueso del horizonte.( cruento cuadro sobre la situación de nuestra juventud y la desastrosa condición de la educación nacional). Sara Joffré, mujer de teatro de gran significación promotora en nuestra escena ha tratado los vericuetos del abuso y de la injusticia y la situación de abandono de nuestros niños en Se administra justicia, Una obligación y En el jardín de Mónica. Celeste Viale, En un árbol sin hojas y Dos mañanas, desde las relaciones laborales y la vida familiar accede a logradas versiones críticas de nuestra idiosincracia. Maritza Kirchausen, metaforiza la sociedad peruana desde la figura del padre en Simplemente de negro. María Teresa Zúñiga, directora del grupo Expresión de Huancayo ha creado un teatro de fuertes imágenes contra la violencia y la deshumanización. Corazón de fuego se ha inspirado en las historias de los huancas. Zoelia y Gronelio, Mades, Medus, la ubican como una de las voces más singulares de nuestra escena. También ha hecho un excelente teatro para niños. Antígona, de José Watanabe, nos hace lamentar la sensible pérdida de tan talentoso escritor que recién había comenzado a hollar en la dramaturgia.



Encomiables son las creaciones colectivas contestatarias de Yuyachkani: Allpa Rayku, Adios Ayacucho, Hasta cuando corazón. Maguey nos ha brindado El cuento del botón y Ande por las calles. Una voz singular en Creación colectiva son Los Audaces, de Arequipa. Las obras de Vichama, Arena y esteras, de Villa El Salvador, nos hablan de la vida nacional desde la problemática de la emblemática población a la que pertenecen. Cuatrotablas, sondea la figura de José María Arguedas en La Agonía y la fiesta y alcanza planos de ironía reflexiva de la actualidad en sus reiteradas versiones de Oye. Fenómeno que se repite en las secuelas de Pataclaun y, desde otra dimensión espectacular en las producciones del Circo teatro La Tarumba.



Pero, ninguno de ellos reúne el conjunto de cualidades que se pueden enunciar en Hernando Cortés. Comparten una parte de sus cualidades pero él tiene la virtud de integrar todas en su persona creadora.



Hernando Cortés, hombre de teatro



Valga aclarar que en esta afirmación ha pesado la trayectoria de HC, quien es posiblemente el hombre de teatro mejor informado sobre los diferentes aspectos de nuestro arte en el Perú. Dramaturgo, director, actor, crítico, investigador y maestro. Que viene bregando desde la década del cincuenta en nuestra escena.

Lo conocí en 1959 cuando dirigió “Recordando con ira”, de John Osborne, líder del grupo de los iracundos ingleses, montaje que Gaby Legrand, produjo y actuó, y en la que participamos Vlado Radovic, actor de recio temperamento, Dalmacia Samohod, excelente actriz de impactante presencia y yo que había egresado de la ENAE en 1957. Las funciones fueron en el auditorio de la radioemisora 1160 que funcionaba en la Avenida Alfonso Ugarte. Después tuve oportunidad de gozar de su excelente nivel de lectura interpretativa cuando en el antiguo Instituto Mariátegui, realizó un ciclo de lectura de poetas contemporáneos, acompañados por la imagen del poeta interpretado esa noche y por comentarios de ubicación de sus creaciones. En ese ciclo Hernando me descubrió a Nazim Hikmet, poeta turco del que, años después, yo llevaría a escena “Leyenda de amor”, con escenografía de Octavio Santa Cruz.. En un periodo donde recién había comenzado la difusión masiva de la poesía de César Vallejo, vía la colección Populibros de Manuel Scorza, HC creó en 1958, a sugerencia de Julio Ramón Ribeyro, “Voy a hablar de la esperanza”, obra en la que se recogía algunos versos de Vallejo y para la que Alejandro Romualdo Valle. diseñó la escenografía.. Se estrenó con notable suceso en el local de la AAA, cuando en Lima los hechos culturales tenían tanta repercusión como hoy los conciertos de rock. Repercusión digo no la afluencia de público.



Jalonar las inolvidables interpretaciones de Hernando en Informe para una Academia, La muerte de un viajante, Quién le tiene miedo a Virginia Wolf. Su trabajo directriz en El Tábano. El logrado montaje expresionista de “El mutilado” de Ernst Töller en el teatro La Cabaña. La hermosa y vibrante composición de poemas cubanos a las que denominó “Cuba, tu son entero”, espectáculo por el que TELBA fue invitado a ese país. La dirección épico brechtiana, la primera que se hizo en el país, en el local de Histrión, de “Santiago el pajarero” de su entrañable amigo y compadre Julio Ramón Ribeyro, con el cual compitiera en los años estudiantiles para escribir “Oh, paraíso”, mientras que Julio Ramón creó El último cliente. De Ribeyro también dirigió “Atusparia”, obra que el mismo Julio Ramón había calificado como teatro para leer. Y tantas creaciones escénicas que dejo de enumerar para continuar con la presentación de los tomos IV, V y VI con los que se completa la edición de su producción dramatúrgica total.



Panorama crítico de la dramaturgia de Hernando Cortés



Los títulos de cada uno de los seis tomos nos hablan de un autor preocupado por las diversas caras de la ciudad capital y el proceso histórico del país. que, como escasos dramaturgos peruanos diseña con precisión y dolorosa objetividad que no excluye la ironía y el humor reflexivo. Variados son los estilos que ensaya en sus diferentes obras de tema histórico, sociopolítico y existencial, entre las cuales también hay teatro para niños y jóvenes.



I: Trilogía Limense

La Ciudad de Los Reyes (1967)

Estación Desamparados (1985-93)

La gran Lima (guía para turistas)-1994, con Prólogo de Alberto Villagómez



II Teatro Histórico

Los Conquistadores (1969-88)

Los Libertadores (1990-94)

Los Patriotas.(2001), con prólogo de Pablo Macera



IV Trilogía de la violencia

Tierra o muerte (1984)

El santo oficio (1963-96)

Máscaras negras ( 2002), con prólogo de Aníbal Quijano



De la trilogía limense, del tomo I han sido publicadas anteriormente La Ciudad de los Reyes (1967) y Estación Desamparados (1985). La primera sigue la composición que Brecht le diera a Terror y Miserias del Tercer Reich,, uno de cuyos cuadros Abuse usted de las cholas ha merecido innumerables versiones de las más destacadas actrices peruanas; recordamos en especial las de Aurora Colina y Delfina Paredes. Justamente un migrante de la sierra es el vapuleado protagonista de La Gran Lima (Guía para turistas).



En su teatro histórico, del tomo II, como demostración de su permanente inquietud creativa “La verdadera crónica de la conquista del Perú”, abreviada luego como Los conquistadores, introduce escenas de teatro de la crueldad. Completan la trilogía Los Libertadores y Los Patriotas, en las cuales es digno de puntual análisis el empleo de corales y canciones en quechua y ¿zwagilí?, que cumplen una función reivindicatoria del indio y del negro, sectores marginados históricamente en la sociedad peruana. H.C. supera todo antecedente de tratamiento de esta temática en nuestro teatro, incluidos los dramas biográficos de Alfonso La Torre: El halcón y la serpiente, Garcilaso, Vallejo, Santa Rosa, como anota en el prólogo Pablo Macera, “las tres obras de este libro vinculan tres de los momentos históricos más decisivos del Perú: La Conquista Occidental, la Independencia Criolla y la Guerra con Chile” antecedentes que han influenciado en el comportamiento nacional presente.



El tomo IV demuestra su preocupación por los problemas más álgidos de la actualidad y ofrece una trilogía de la violencia. Tierra o Muerte, en torno a los luctuosos años del terrorismo, Santo la generación de violencia en el ejercicio del poder en los regímenes totalitarios y Máscaras Negras, en la que trata con sarcasmo a los dictadores políticos, a partir una comedia homónima de Leonidas Andreiev. Como quiera que la violencia es mal endémico de nuestro proceso como país, esta trilogía puede considerarse continuación paradigmática del teatro histórico, visión de las consecuencias de un pasado de traiciones e indefiniciones que ha diseñado el escenario histórico, el teatro del Perú, como apunta Aníbal Quijano en el prólogo correspondiente. A pesar de los atisbos de esperanza que da el autor, como el simbólico nacimiento de un niño en Tierra o Muerte, este conjunto de obras habla con dolor y sarcasmo del hoy que vivimos, donde hace poco nuestro verborreico primer mandatario, sin considerar la viga de su ojo, pudo calificar imprudente e impunemente a un sector de peruanos como ciudadanos de segunda categoría. Ésa es nuestra cruda realidad, en palabras del prólogo de Aníbal Quijano: “Ni plena y estable ciudadanía hacia adentro, ni plena soberanía territorial, ni autonomía nacional hacia fuera. Ni identidad, ni democracia, ni paz, mientras no hayamos logrado liberarnos de la colonialidad/modernidad eurocéntrica”. Ante esta comprobación el Teatro para chicos de HC se lee como un legado de esperanza.



IIII Trilogía para chicos

Historia del tonto que movió las montañas (1990)

Historia del loco que rehizo el mundo (1996)

Historia de la esclava que encendió la libertad (1998), con prólogo de Ricardo Dolorier



En el tomo III de su producción para niños y jóvenes, desarrolla de manera dinámica, cantarina y marcadamente lúdica, tres historias ejemplares para ser recordadas. La primera acerca a nuestra realidad la fábula china en la que se basa, instalándola en un ambiente campesino y empleando términos quechuas, lo que termina por transformarla en lo que bien podría ser una leyenda peruana sobre la capacidad de todos los seres humanos reunidos para construir su felicidad, y así como en Masa, de Vallejo, la solidaridad universal puede resucitar un muerto, aquí es capaz de mover las montañas. La segunda historia, traslada a la cultura campa, de nuestra selva, el meollo argumental de Leonce y Lena, de Georg Büchner. La participación de las alegóricas figuras del sol y la luna, como en la pieza anterior de las montañas, dan una dimensión telúrica a la fuerza del amor para transformar el mundo. Y, por cierto, en esta suma de valores no podía faltar la libertad y de ella trata la tercera historia en la que sirve de referencial contrapuntístico la aventura de Gaiferos, que presenta el retablo de Maese Pedro en el capítulo XXVI de la segunda parte de El Quijote, de Cervantes. Y la histórica y legendaria presencia de Manuelita Sáenz, la amante del libertador Simón Bolívar. Apelando al recurso del teatro dentro del teatro y alternando historias de El Quijote teje una situación en la que la esclava Jonotás, llamada por sí misma Juana Rosa, al intentar ser reprimida por los aliados del cónsul norteamericano se enciende como antorcha de la libertad, que a todos restaura la dignidad. Hay un derroche de ingenio y teatralidad en esta obra que reconforta a quien, como yo, ha dedicado su vida al teatro para niños y jóvenes y permanentemente ha abogado por su excelencia y crecimiento. Pero, tal vez la sorpresa mayor de esta obra está en que este piurano nuestro de cada día por fin menciona en ella a su tierra natal y algunos de sus conocidos potajes tradicionales y se reivindica, ya que en todo aparece lo peruano, no podía olvidarse de lo piurano que es peruano, peruanísimo, guá.



V Fantasmas y otras piezas breves (1962-75)

Fantasmas I, II, III, El juego de damas del caballero, Collage, Oh paraíso, ¿ Y la piedad?, Paso a nivel, Mane, Thecel, Phares. Con prólogo de Ernesto Ráez



La lectura de las obras de los tomos V y VI surca por cauces de intimidad, lirismo y erotismo, no exentas de amargura tanática y asomos de pesimismo o desencanto.



Las piezas breves del tomo V testimonian vicisitudes del aprender a ser humanos. Del escapismo al compromiso las obras recorren la escala de la angustia existencial que finalmente es superada por la solidaridad. y el amor. Y esta adhesión militante al amor de casi toda la producción dramática de HC, se ratifica en el último tomo, ilustrativo de las caleidoscópicas orientaciones de su dramaturgia. Aquí podría decir Hernando mientras cierra la puerta de su palacio creador, como el maestro Gustav von Aschenbach a Fedro “Porque has de saber que nosotros, los poetas, no podemos recorrer el camino hacia la Belleza sin que Eros se nos una y se erija en nuestro guía”.



Con el título de Machu Picchu (Comedias de fantasía, de amor y de muerte) desarrolla una serie de obras cortas que giran en torno a los avatares del amor, teniendo como ubicación la legendaria ciudad preincaica. . A ellas me voy a referir, como avance final de presentación de este sustancioso banquete teatral que es leer las obras de HC.



El amor es un sueño (Fantasía),Los imprevistos del amor (Romance), No hay amor sin batalla (Comedia), Como la muerte es el amor (Tragedia), Con el amor no se juega (Aventura), Una ardua noche de amor (Grotesco), El amor acaba con la muerte (Drama).



Como detalle resaltante, aquí HC no recurre para prologar el tomo a una voz contemporánea y cercana como Alberto Villagómez, Pablo Macera, Ricardo Dolorier o Aníbal Quijano sino que cita un poema del romántico alemán, Federico Schiller, para subrayar su intención de rescatar en las alturas todos los colores y todos los tonos de la vida que los dioses al irse se llevaron consigo.



¿ Dónde estás mundo encantado?

Sí, los dioses se marcharon llevándose consigo

Todos los colores, todos los tonos de la vida.

Arrancados del diluvio de los tiempos

Flotan aún ,salvados del naufragio, en las alturas.



El amor es un sueño desarrolla en los límites de la ficción científica el encuentro de dos aviadores cuya nave sufre desperfectos y cae en plena selva encontrándose con una sociedad de sobrevivientes del Antisuyo que, desde la conquista, han permanecido ocultos en la ciudad secreta de Machu Picchu. Uno de los aviadores (Juan) se enamora de la nativa Coyllur (Estrella) y es correspondido. A pesar de la prohibición huyen y en la urbe nadie les cree su historia. De pronto Juan despierta en el Hotel de Machu Picchu. para comprobar que todo ha sido un sueño. Sin embargo, las figuras de los personajes soñados se corresponden con las que tienen en la realidad empleados y huéspedes del hotel. Y, como el amor bien soñado algún día se concreta hay una dama que, por menos estrella más al alcance de la realización de sus fantasías oníricas, le recuerda a Coyllur, Y una vez más es el amor el encuentro con lo mejor de nuestros sueños.

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En Los imprevistos del amor, alterna los encuentros y desencuentros de dos matrimonios que, en cierto modo, han elegido parejas cruzadas. Lo que no se resuelve, por cierto, con que se intercambien las parejas, aunque es lo que queda flotando como posibilidad. Y es el amor una vez más una pregunta al destino, como en Anatol, de Arthur Schnitzler (1862-1931).



No hay amor sin batallas nos presenta con fino humor las fluctuaciones de calidez y engreimientos que envuelven a una pareja de recién casados curiosamente empeñados la noche de bodas en matar una pareja de alacranes. Y es el amor una vez más dulce ponzoña que a la muerte vence.



Como el amor es el sentimiento de mayores matices que el hombre puede vivir no falta el enfoque trágico. Porque el amor no es sólo un sueño, también Como la muerte es el amor. Y el suicidio aparece como una forma de sacrificarse por él. Y una vez más el amor se entrega a la muerte para bien del amado, como Ifigenia, “para que pueda finalmente la amada Grecia vencer a Troya”



Las aventuras otoñales del administrador del hotel, de 55 años, con una estudiante de 18 gira en torno al carácter ocasional que puede llegar a tener el amor sin futuro. Aunque, queda bien claro al final que Con el amor no se juega, porque una vez más como siempre el amor imposible nos deja huellas de melancolía.



Textos de alto erotismo concluyen la loca aventura de la turista brasileña Carmen de Vieira Dagoa (65 años) y Domingo García (48 años) galán maduro, guía de turistas extranjeros que en Una ardua noche de amor , traicionado por sus bajos instintos de estafador y ladrón, es “condenado” a oficiar el rito mayor del amor que, cuando lo excluye, puede hacer del divino placer la tortura más grotesca y cruel. Pues donde se te entrega el paraíso encuentras el infierno. Como aquel anacoreta de Bocaccio que enseñó a la doncella a meter el diablo en el infierno, hasta que los requerimientos reiterados de la fogosa doncella redentora le hizo reconocer que, su diablo por lo menos, había sido redimido. Y por esos caminos de Dios se fue la doncella peregrina, rosa de fuego en mano, a enseñar a tanto diablo erecto por el mundo que hay lugares infernales que pueden ser el paraíso. Y es una vez más el amor verdugo fiero de quien pretenda medrar con él.



Cierra esta serie de fantasías de amor y muerte, El amor acaba con la muerte. Isabel, mujer de negocios, cuenta a Anselmo, mozo del hotel de Machu Picchu, pasajes de su vida, estableciendo esa cadena de confianza que a veces se forma entre seres distantes y extraños. Isabel ha venido a las ruinas a fundirse con el último y máximo amor de su agitada existencia, el sol. Y, simbólicamente muere finalmente calcinada por el último amor de su vida, que es el primero, que será siempre el contenido esencial de este sentimiento que nos llena las manos de semillas y hace feraces todas las tierras del mundo. Y tal vez, la ambigüedad del título demuestra que El amor acaba con la muerte porque es una fuerza que una vez más y siempre afirmará la vida.



HC en esta serie de obras se proyecta como un guionista incisivo. Las siete son los capítulos de una serie que bien podría comprar FOPTUR para promocionar las famosas ruinas. Y así como Thomas Mann en La muerte en Venecia, HC nos escribe de El amor en Machu Picchu, que es como decir el más alto sentimiento humano en la cumbre de los tiempos, en el nido de las águilas, en la morada inicial de lo terrestre. También podría hacerse una hermosa película.



En fin, que este HC nuestro de cada día, al que tenemos el privilegio de presentar, nos hace herederos, merced a la sabia colaboración, y acertado auspicio de la Universidad Ricardo Palma, del valioso acervo de sus obras, cuya valoración, más detallada que la intentada someramente en esta presentación permitirá aquilatar y brindarle el lugar privilegiado que merece este hombre de teatro, quien, sin lugar a dudas

Por su fidelidad a los problemas nacionales

Por su acendrado humanismo

Por su lograda exploración de estilos

Por la profundidad de sus ideas

Por su creatividad siempre renovada.

Por el amplio abanico de su temática.

presentamos como uno de los más altos valores de la historia del teatro peruano de estos tiempos que corren.



ICPNA de Miraflores, 25 enero 2010







1 comentario:

  1. Amigos...en cualquier momento agrego las interesantes fotos tomadas entre Gladys Moscoso y yo...

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